Algunos partidos de izquierda
siguen llamándose socialistas. La palabra <<socialismo>>
identifica la construcción de un sistema
social alternativo al capitalismo. Hoy ha pedido significación. El estadio
superior del socialismo era el comunismo, en el que, superadas las contradicciones
del capitalismo, la política debía ser sustituida por la administración de las
cosas. El experimento del modelo socialista alternativo fracasó. El socialismo
real fue la versión soviética del comunismo que derivó rápidamente en un
sistema totalitario.
El modelo socialdemócrata, que es la mejor bandera de la izquierda dio,
aunque fugazmente, los niveles de
libertad y equidad más razonables que la humanidad ha conocido, generando
altas cotas de bienestar social. La socialdemocracia es el único banderín de
prestigio que la izquierda mantiene.
La izquierda tiene que remover sus bases culturales, recuperar la gran
tradición liberal –la de Adam Smith, la del primer Marx, la de Stuart Mill-
del secuestro a que la derecha la tiene
sometida. La izquierda no puede renunciar a su voluntad reformista
radical. No hay izquierda sin proyecto.
La derecha puede limitarse a gestionar el statu
quo, la izquierda, no. La izquierda es
indisoluble a la idea de progreso que subyace al proyecto moderno. Para la
izquierda, el marco nacional para el progreso es
insuficiente si realmente quiere cambiar las cosas y marcar sistemas de
regulación y contrapeso nuevos.
La actitud de la izquierda está en la relación con la
justicia y la igualdad pero no tiene sentido si se aleja de la libertad. En frente está la
derecha, que está por el crecimiento y el orden. El comunismo, al pretender que su promesa pasara por la lucha a muerte con las clases que
encarnaban el capitalismo, destruyó la libertad de ambos contendientes,
porque alineó a los propios comunistas con el partido todopoderoso.
La izquierda ha de perder el miedo a la libertad, siempre temerosa
de que signifique mayor desigualdad. Tiene que reconocer la primacía de la
libertad en el conflicto de valores, a sabiendas de que esta es condición de
cualquier política de igualdad y que, al mismo tiempo, el desarrollo de la igualdad
favorece la libertad de los demás. La
igualdad debe ser un factor regulador al servicio de la libertad de los demás.
La libertad sin unas condiciones básicas
de igualdad es solo libertad para una estrechísima minoría. La cuestión de la libertad y de la igualdad
es un equilibrio complejo que pasa por el reconocimiento de la autonomía
radical del individuo.
La izquierda debe rechazar la colonización economicista de la libertad
que confunde la libertad con el dinero y los valores que emanan de él. Debe
defender una idea de la libertad más allá de los términos económicos. La
libertad como elemento fundamental de la dignidad de una persona capaz de
pensar y decidir por sí misma. Este es el ideal regulador que ha de guiar a ala
izquierda. La libertad como verdadera autonomía individual.
Josep Ramoneda (1949) es filósofo, periodista y escritor. Colabora en El País y la Cadena SER.
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