Echando un vistazo esta mañana a la edición digital de EL PAÍS, he encontrado un artículo de hace poco más de un año, exáctamente del 18 de julio de 2013 que lleva como título "El blues del establishment". Su autor, el doctor de economía política en la en la London School of Economics, Antonio Roldán Monés.
Estoy muy de acuerdo con su análisis y la necesidad de incorporar las primarias abiertas en los partidos para recuperar la
confianza de los ciudadanos en la política y para que ésta resulte
atractiva a los mejores profesionales, por lo que me ha perecido oportuno compartirlo con vosotros a través de este blog: http://elpais.com/elpais/2013/07/11/opinion/1373569448_854545.html
"El blues del establishment"
Cualquiera que, desde España, haya observado el reciente proceso de
primarias chileno habrá sentido envidia de nuestros primos andinos: unas
elecciones primarias abiertas a la sociedad, muchos candidatos —hasta
cuatro en la coalición de izquierdas—, con claras diferencias
ideológicas y de programa y unos líderes con una formación mucho más
alta, de media, que la de nuestros políticos ¿Lograremos los españoles
algún día tener la misma suerte que los chilenos?
Hasta ahora, en España las primarias han sido siempre de tipo mixto,
es decir, muy controladas por los aparatos y con participación limitada
a militantes y simpatizantes, pero la profunda crisis de gobernanza que
atraviesa España exige unas primarias realmente abiertas en los grandes
partidos que permitan la entrada de candidatos autónomos y la
participación de todos los ciudadanos.
Ese tipo de primarias, a la americana, serían positivas por cuatro razones:
1ª) Como estrategia de reflote in extremis
de los dos grandes partidos.
2ª) Como mecanismo
imprescindible de recambio de las élites, en un contexto de urgentísima
regeneración democrática.
3ª) Como arma para la lucha
contra el cáncer de la corrupción en España.
4ª) Como reclamo
necesario para que los mejores, the best and the brightest, vuelvan a sentirse atraídos por la política.
En las elecciones de 2008, aupados por el boom que ellos
mismos habían generado, los dos grandes partidos, PP y PSOE, lograron de
manera conjunta un récord de porcentaje de voto: el 84% del total. Las
últimas encuestas no les dan más del 50%. Una parte de ese castigo está
explicado por la crisis económica. Pero no todo. La ola democratizadora
global y las exigencias de mayor transparencia son un elemento
intrínseco e inevitable de la era de la información. Cuanto antes
entiendan los grandes partidos en España esa realidad, antes recuperarán
la confianza de los ciudadanos.
Es cierto que las primarias conllevan algunos riesgos importantes para el establishment,
precisamente por su carácter genuinamente democratizador y aperturista.
Existe el riesgo de que emerja un líder poderoso externo con capacidad
para remodelar el aparato a su conveniencia. También aumentan los
riesgos de división interna y las lealtades con la oligarquía política
dominante se vuelven menos importantes.
Como explica el profesor Carles Boix, el resultado es que los partidos se convierten en partidos cesta, más plurales, más dinámicos y más sensibles a las demandas democráticas de los ciudadanos que los tradicionales partidos organización. Por eso a los dirigentes de los grandes partidos les cuesta tanto dar el paso. Algo comprensible. ¡Está en juego su trabajo!
El PSOE, que perdió cuatro millones de votos en las últimas
elecciones y sigue muy débil en las encuestas, se ha comprometido a
celebrar unas primarias abiertas en las próximas elecciones generales.
Aunque podría haber aprovechado la oportunidad en Andalucía para mandar
un mensaje claro a los ciudadanos de su compromiso con la renovación, es
una buena noticia. Los riesgos del inmovilismo son mucho más grandes
que los de la apertura.
Las primarias favorecen la renovación de nuestra élite política. La
fórmula que ha existido en España desde la Transición —un sistema
proporcional corregido con listas cerradas y sin primarias— tuvo su
justificación histórica. Favoreció el establecimiento de unos partidos
fuertes, con una sólida base social. La debilidad del proceso
democratizador y la experiencia de la Segunda República justificaban ese
sistema.
Pero, como defienden los 100 firmantes del Manifiesto para una reforma integral de la Ley de Partidos
ese arreglo ha dejado de servir a los intereses del país porque ha
generado una clase política de baja calidad, demasiado opaca y
endogámica.
Las primarias permiten el acceso a líderes independientes, no
adscritos a ningún partido. En Chile, por ejemplo, el profesor de
Harvard y exministro de Finanzas Andrés Velasco, se presentó a las
elecciones de manera independiente (sin financiación de ningún partido) y
aunque perdió contra la popular Bachelet para liderar la Concertación,
defendió una candidatura innovadora, de corte liberal y reformista y muy
crítica con el establishment.
¿Cómo pueden contribuir las primarias a reducir la corrupción en
España? Ampliar el abanico de opciones internas en los partidos podría
compensar, en parte, la falta de mecanismos que nuestro sistema
electoral ofrece para luchar contra la corrupción. Como ha señalado en
estas páginas Víctor Lapuente, del Quality of Government Institute, los
sistemas mayoritarios de listas abiertas, como el americano, permiten a
los votantes castigar directamente a los candidatos corruptos.
En sistemas proporcionales (en los que se vota a partidos y no a
individuos), como el nuestro, eso no es posible. En otros países con
sistemas proporcionales las barreras de entrada al Parlamento suelen ser
más bajas, lo que facilita la entrada de nuevos partidos, buena para la
regeneración. Las primarias podrían compensar esos problemas y abrir la
puerta a opciones realmente nuevas, sin ataduras a las redes de favores
y obligaciones internas creadas.
Finalmente, las primarias podrían ser un mecanismo muy útil para
atraer de nuevo a la política a jóvenes brillantes que, por las razones
expuestas, han perdido el interés en los partidos. El sistema ha
favorecido la reproducción de unas élites políticas en las que la
fidelidad al partido ha resultado ser mas importante que los méritos
profesionales o académicos adquiridos. De hecho, el nivel de formación
de los consejos ministros en España ha empeorado de forma progresiva, de
manera inversamente proporcional a las exigencias intelectuales del
cargo.
¿Recuerdan el primer Gobierno de Felipe? Estaba plagado de gente
brillante y bien preparada que había demostrado su valía fuera del mundo
de la política: Maravall, Solana, Almunia, Boyer, Solchaga, Lluch,
Serra, De la Quadra, Barón… Les sugiero que se paren un momento a
compararlos con las alternativas que se vislumbran hoy dentro del PSOE o
el PP.
Es evidente que esos líderes no estaban allí gracias a las primarias.
La enorme ilusión generada por el cambio democrático era suficiente
para atraer a los mejores. Ahora, el reto reformista es tan o más grande
que entonces, pero las dinámicas de los partidos ya no ilusionan a los
mejores. Por eso son necesarias las primarias.
De nuevo, la comparación con Chile es, cuando menos, preocupante. En
el Gobierno de Piñera hay seis doctores por las mejores universidades
del mundo. En España no hay ninguno. Eso no quiere decir que un equipo
de PhD de Economía de MIT hubiera evitado la crisis en España. Pero sí
pienso que un Consejo de Ministros con seis doctores estaría mejor
preparado y sería más independiente que el que tenemos para decidir
sobre las complejas reformas financieras, tributarias o constitucionales
que necesita el país.
La historia de nuestra crisis nos demuestra que la politización
excesiva de las instituciones no solo contribuyó a inflar la burbuja,
sino también a posponer reformas que eran a todas luces necesarias. Los
principales responsables económicos de los últimos Gobiernos del PSOE y
PP (ministros relevantes y presidentes del Banco de España) no eran los
mejor preparados y actuaron condicionados por sus ataduras políticas
como refleja Íñigo de Barrón, en su reciente libro, El hundimiento de la banca.
España se enfrenta a un enorme reto histórico de reforma que requiere
recuperar la confianza de los ciudadanos en la política y a los mejores
políticos al frente para llevar adelante las reformas. Es un reto tan
grande como el de la Transición. Las primarias no solucionarán todos
nuestros problemas, pero ayudarán a regenerar nuestra élite política, a
reducir la corrupción y, a base de mayor competencia, a estimular la
calidad e independencia de nuestros políticos. Son un mecanismo
necesario para que el cansino blues del establishment —expresión que tomo prestada de Rodríguez, el protagonista de Searching for suggar man— empiece pronto a cambiar.