miércoles, 25 de junio de 2014

¿Podemos interpretar y transformar la identificación política?


Artículo publicado el 23 de junio de 2014 en la web-blog www.ssociólogos.com

Fue justo hace cinco años que cayera en mis manos una de las publicaciones más interesantes para entender cómo es posible utilizar lenguaje y la comunicación política para redefinir los marcos conceptuales políticos, No pienses en un elefante, (Madrid. Editorial Complutense. 2006), obra del lingüista y  profesor en la Universidad Berkeley, George Lakoff. 


Ahora que está tan de moda hablar de la crisis de las ideologías y las estructuras tradicionales de pensamiento político, no hay como recurrir a  Lakoff y su teoría cognitiva sobre la idea de que el sistema político occidental se organiza a dos modelos opuestos e idealizados de familia, para no olvidar que las interpretaciones que podamos hacer de los distintos modelos sociales se pueden explicar desde el papel que queremos desempeñe el conjunto de Administraciones Públicas.


Según su teoría, la visión conservadora del mundo se fundamenta sobre valores tradicionales y familiares. Lakoff lo denomina "modelo del padre estricto". El padre estricto (el Estado) es la autoridad moral cuya única misión es defender a la familia. Según este modelo los ciudadanos han de limitarse a ser disciplinados y a valerse por sí mimos. El Gobierno como protector de la nación, como salvaguarda del orden, la justica y garante de la libre competencia de personas y empresas. Un modelo donde los tributos han de limitarse al sostenimiento de este sistema y no privar la capacidad  económica de aquellos ciudadanos que han sido disciplinados para destinarlo a mantener a aquellos otros que no lo han sido.
 

Por otro lado tenemos lo que el profesor denomina "el modelo del padre protector", característico de una visión progresista del mundo. El padre protector (el Estado) conforma un sistema de seguridad para el conjunto de la sociedad. El Gobierno se responsabiliza en proporcionar bienes y servicios públicos a todos los ciudadanos. Los tributos son la cuota necesaria que todo ciudadano debe pagar para participar del propio sistema.


Es cierto que Lakoff desarrolla su teoría a partir del sistema político norteamericano por lo  que incurriríamos en un error si lo extrapoláramos en todos sus términos al sistema de bienestar social europeo. El autor parte de una cultura política muy distinta a la existente en la UE, que cuenta con un sistema de protección social muy alejado de lo que incluso los progresistas norteamericanos están dispuestos a plantear para su propio país.


Hecha esta referencia teórica, quiero hacer mención sobre la clasificación tipológica que plantea para definir a los progresistas americanos. La establece desde el punto de vista del científico cognitivo, no desde una perspectiva sociológica ni politológica. Los diferencia en seis grupos: socioeconómicos, con conciencia de clase, ecologistas, defensores de las libertades civiles, espiritualistas y antiautoritarios.


Lakoff detecta en sus estudios que muchas de las personas que se identifican con alguno de estos grupos no reconocen que el suyo es precisamente un caso especial de algo más general, y no acaban de ver la unidad entre todos los tipos de progresistas. Están convencidos de que su modo es el único de ser progresista. Esto impide que personas que comparten valores y principios progresistas y una manera de ver el mundo muy similar lleguen a unirse de forma efectiva.


Desgraciadamente la realidad europea y particularmente en los Estados del sur sobre la división existente en la izquierda ideológica no es muy diferente. Ha sido a partir del fracaso de los gobiernos progresistas europeos en la gestión de la crisis económica, cuando se ha incrementado la fractura entre las distintas opciones progresistas y la aparición de nuevos  movimientos que han provocado un escenario político nuevo para la izquierda europea. En cambio, los conservadores americanos descubrieron hace tiempo a través de sus think tanks, la importancia de los marcos cognitivos y como transformarlos para sumar nuevos apoyos de personas cuya identificación política debiera estar más cerca de opciones progresistas. 


Existen mitos que datan de la Ilustración y que los progresistas nos hemos creído a pies puntillas el que de que la verdad nos hará libres. Si nosotros le contamos a la gente los hechos, como la gente es básicamente racional, todos sacarán las conclusiones acertadas. Pero tal y como afirma Lakoff en este ensayo, la gente no piensa de esa manera. Son los marcos cognitivos los que determinan el pensamiento de la gente, marcos como el del padre estricto y el del padre protector. La verdad, para ser aceptada, tiene que encajar en los marcos de la gente. Si los hechos no encajan en un determinado marco, el marco se mantiene y los hechos rebotan.


Otro de los mitos procedentes de la Ilustración es que las personas no actúan en contra de sus propios intereses ya que sería irracional, pero igual que Lakoff otros científicos cognitivos como Daniel Kahnena (premio Nobel de Economía) han demostrado que mucha gente no piensa realmente así, sino que deposita sus ilusiones y su confianza en función no sólo de sus expectativas, sino por medio de respuestas emocionales, sentimentales e en muchos casos idealizadas.


La gente vota principalmente por su identidad, por sus valores, por aquellos con quienes se identifican. Cuando votamos en función de los valores y los estereotipos culturales, lo que determina como votamos es el modelo que se activa para nuestra comprensión de la política en ese momento. Los ideólogos conservadores lo saben muy bien, diseñan su estrategia de comunicación política en función de los marcos cognitivos de sus bases electorales utilizando el lenguaje político para transformar algunos de los marcos cognitivos progresistas provocando que personas cuya condición social no se identifica con las élites privilegiadas acaben votando la misma opción políticas que éstas. 


(*) Viñeta de Manel Fontdevila para eldiario.es

lunes, 9 de junio de 2014

1789-2014. Solo algunas coincidencias.



La crisis económica, movimientos sociales como "el 15M" o "el efecto Gamonal" y su traducción electoral desde 2011, nos hace pensar que España se encuentra inmersa en una especie de revisión sistémica en su conjunto, desde el ámbito social, económico, político... 


Todo ello, unido a la abdicación del Rey y el debate que ha suscitado su sucesión sobre la oportunidad de revisar la forma de Estado, me ha llevado a retomar mi interés en algunos de los apuntes, manuales y ensayos que manejé en el estudio del periodo histórico más apasionante y trascendente que conozco, la  Revolución Francesa.


He querido reflejar brevemente unas cuantas trascripciones de algunos escritos de los años prerrevolucionarios en Francia dado su paralelismo con algunas de las opiniones que he venido leyendo de un tiempo para acá. Salvando las distancias, llama la atención la similitud sobre el fondo de alguna de las cuestiones que hace más de doscientos años se discutieron en el ocaso del Antiguo Régimen y que alumbraron un cambio de época en la historia, dando paso de la edad moderna a la edad contemporánea.


En 1789, los franceses realizaron el mayor esfuerzo que jamás haya hecho ningún otro pueblo por partir su historia en dos, por así decirlo, y abrió un abismo entre su pasado y su futuro. Alexis de Tocqueville (1856).


Tal como señala Peter Davies en su breve pero exhaustiva obra sobre el periodo revolucionario ("La Revolución Francesa. Una breve introducción". Peter Davies. Alianza Editorial. 2009) no hubo nada de inevitable previamente a ese período. El Antiguo Régimen había sobrevivido durante siglos, era aceptado y respetado, y el pueblo estaba relativamente contento con él. Fue en 1780 cuando la opinión generalizada de los franceses empezó a transformarse hacia la necesidad de un cambio. Hasta ese momento el establishment francés era incuestionable:


En Francia, los tres Estados tienen su orden y su rango, uno detrás de otro. El orden eclesiástico es el primero y le sigue la nobleza y por último, el Tercer Estado. Esto es verdad aún cuando no haya documentos escritos que lo consagren, porque raramente se establecen leyes en materias de honor. Charles Loyseau, (1610).


Tradicionalmente se ha pensado que el origen de la Revolución proviene de la Ilustración, en cambio existen otras opiniones que señalan los problemas de la monarquía francesa en la década de 1770 y 1780 como causa de la misma. Por otro lado, la visión marxista considera el periodo revolucionario como una revolución de clase en la que la burguesía quería más poder político para obtener aún más poder económico.


No obstante y tal como señala también el propio Davies, la teoría más antigua sobre el origen de la Revolución apunta a una conspiración intelectual consecuencia del pensamiento ilustrado. La irrupción de nuevos principios como los derechos individuales,  la conciencia social, o un nuevo concepto de nación cuestionó instituciones hasta el momento intocables como la iglesia y la monarquía. La base ilustrada era el racionalismo, no la tradición. Pero es innegable que  hay otras interpretaciones como la que sugiere que más que inspirar la Revolución la Ilustración ejerció una influencia importante en los cambios políticos.


Antes de Marx, ya había escritores en Francia que resaltaron el papel de la burguesía y el  resto de colectivos sociales que integraban el Tercer Estado como elemento transgresor en la política francesa de finales del siglo XVIII, entre ellos Emmanuel - Joseph Sièyes:


El Tercer Estado se encarga de la mayoría de las funciones públicas, con el agregado de que soporta el peso de todo lo que es realmente penoso, con todas las cargas que las clases privilegiadas se niegan a asumir ¿Otorgaremos algún reconocimiento al Tercer Estado por ello? (...) El Tercer Estado... contiene todo lo que pertenece a la nación, mientras que nadie ajeno al Tercer Estado puede considerarse como parte de la nación. ¿Qué es el Tercer Estado? ¡Todo!. 


El marxismo emplearía su propio lenguaje décadas después para juzgar el papel del Tercer Estado durante la Revolución. Tal como señala Peter Davies, mientras Sièyes (antes de la Revolución) hablaba de derechos y justicia, los historiadores de izquierda hablaron (después de la Revolución) de revolución burguesa  y de desarrollo de la sociedad de clases.


En la Revolución Francesa, la racionalidad en la interpretación de la realidad social y política fue determinante. También lo fue el papel protagonista de una mayoría social que adquirió conciencia de su poder; una profunda crisis económica derivada de una nefasta gestión de los recursos públicos junto a una agresiva política fiscal para financiar la guerra de independencia americana; el fin de los parlaments y la convocatoria de los Estados  Generales...


La crisis sistémica en nuestro país se explica no solo por la profunda crisis económica que estamos atravesando, sino por un cuestionado, poco legitimado y aún menos representativo sistema político e institucional, incapaz de regular satisfactoriamente los muchos problemas de una sociedad española cada vez más empobrecida junto a la creciente opinión entre una parte importante de la población de afrontar una reforma constitucional.


Encontrar similitudes entre ambos periodos no significa que no existan muchas más diferencias. Es obvio que no podemos obtener las mismas conclusiones por muchos paralelismos entre el momento que se vive hoy en España y los acontecimientos que precedieron a la Revolución Francesa. Lo que sí que resulta enriquecedor a la par que emocionante es comparar la respuesta de la sociedad en dos momentos de crisis y cambio  tan alejados en el tiempo.


Algunas otras reflexiones han elegido otros periodos históricos para realizar este paralelismo. Uno muy recurrente ha sido el crack de 1929, los totalitarismos y la II Guerra Mundial. Yo pretendo ser más optimista.

lunes, 2 de junio de 2014

"Una nueva generación reclama su protagonismo"



El Rey Juan Carlos I ha comunicado al Presidente del Gobierno su deseo de abdicar.  Desde aquí mi reconocimiento al que ha sido Jefe del Estado durante casi 40 años. 

Dicho esto creo que es un momento idóneo para seguir profundizando en la actualización y renovación de las estructuras políticas de este país, partidos políticos e instituciones.  En este sentido la abdicación del Rey es una oportunidad para que una mayoría de españoles que no votamos la Constitución Española de 1978 podamos pronunciarnos sobre el modelo de Estado que queremos para España. Como bien ha apuntado el propio Rey "una nueva generación reclama su protagonismo".


Los que conocen mi opinión sobre mis preferencias para la forma de Estado saben que apuesto por un modelo republicano y federal. Una república federal es la forma de Estado que en mi opinión se adapta mejor a la idiosincrasia de los españoles y la pluralidad cultural y territorial de nuestro país. Sin embargo nunca he sido de los que han pretendido priorizar este debate sobre otros asuntos de mucha más relevancia para las personas, la creación de empleo, el mantenimiento de los derechos laborales y civiles, de las libertades públicas y del estado de bienestar... etc.


No obstante creo sinceramente que no podemos obviar que hay millones de españoles que preferirían ser consultados antes de producirse  una renovación automática al frente de la Jefatura del Estado. Es indudable que legalmente lo que habría que plantear para modificar la forma de Estado es una reforma constitucional. Disolución de las Cortes Generales, Cortes Constituyentes y Referéndum Constitucional. Aún así creo perfectamente compatible realizar una consulta no vinculante a la ciudadanía cuyo resultado podría facilitar en qué términos se puede presentar la propuesta constitucional a refrendar.