En
nuestro sistema parlamentario existe libertad de voto, pero dado el tipo de
sistema político y electoral que tenemos en España soy de la opinión que los
parlamentarios deben ejercerlo excepcionalmente, por lo que entiendo la
disciplina de voto de forma generalizada en los grupos parlamentarios. Para
motivar esta opinión me baso el peso que tienen los partidos en la
configuración de las listas electorales.
Es
este mismo sistema político y electoral el que permite a los partidos políticos
ostentar la representatividad de la voluntad ciudadana, al ser éstos los que
tienen la máxima capacidad de configurar una lista electoral y no los
integrantes de la misma.
En
España los partidos políticos se financian casi en su totalidad con recursos
públicos y son los instrumentos en los que concurren la formación y manifestación de la voluntad popular tal como señala la Constitución.
Tal circunstancia les dota de legitimidad, autonomía y capacidad sobre la configuración de listas electorales. Es el partido el que costea la campaña electoral con estos recursos y no los candidatos con los suyos propios. Es el partido el que mayoritariamente cuenta con el respaldo electoral a través del voto y no los candidatos de una lista, que en la mayoría de los casos son desconocidos por sus propios votantes.
Tal circunstancia les dota de legitimidad, autonomía y capacidad sobre la configuración de listas electorales. Es el partido el que costea la campaña electoral con estos recursos y no los candidatos con los suyos propios. Es el partido el que mayoritariamente cuenta con el respaldo electoral a través del voto y no los candidatos de una lista, que en la mayoría de los casos son desconocidos por sus propios votantes.
Desde
este punto de partida, por mucho que un parlamentario español quiera ejercer
autónomamente su libertad de voto, ha de tener en cuenta que en la gran mayoría
de los casos es su partido y no su persona la que ha recibido los sufragios
suficientes para que él ostente la condición de parlamentario.
Nada
tiene que ver con otros sistemas como algunos anglosajones. El modelo
presidencialista permite una elección de los representantes populares en las
cámaras legislativas muy alejada al control de los partidos políticos. En Estados Unidos por ejemplo, son los candidatos quienes se financian
mayoritariamente su propia campaña con sus propios recursos.
Es por esto que necesariamente, los candidatos encuentren en esta circunstancia una mayor representatividad individual no solo con sus electores, sino particularmente con aquellos que han colaborado en la financiación de su campaña: donantes individuales, colectivos sociales, grupos de interés, lobbies empresariales, etc.
Es por esto que necesariamente, los candidatos encuentren en esta circunstancia una mayor representatividad individual no solo con sus electores, sino particularmente con aquellos que han colaborado en la financiación de su campaña: donantes individuales, colectivos sociales, grupos de interés, lobbies empresariales, etc.
En
estos sistemas los partidos son un mero vehículo para poder conducir la
campaña. En los sistemas parlamentarios europeos como el español los partidos son
los depositarios de la confianza de los votantes, no los candidatos. De ahí que
solo excepcionalmente y siempre que antes se haya producido un debate interno
en el seno del Grupo Parlamentario sin ser posible consensuar una posición
común, entiendo la discrepancia personal en el voto sobre cuestiones que
contradigan principios y valores intrínsecos al parlamentario.
Con
esta reflexión no pretendo juzgar nuestro modelo sino razonar la disciplina de voto existente en nuestro sistema parlamentario.
Es una reflexión muy interesante y me parece que bastante acertada. La disciplina de voto, personalmente, me repugna bastante, sobre todo en el caso de los senadores a los que, más o menos, elegimos los ciudadanos. Pero tal y como está montado el sistema de partidos en España es cierto que quien asume riesgos y cargas financieras y a quien a la postre se vota es al partido. Pero sí creo necesario que exista un margen para que el político electo ejerza su voto sin represalias cuando éste vaya contra la idea impuesta por el partido. Entre otras cosas porque los principales partidos no son homogéneos, algunos menos que otros.
ResponderEliminarUn ejemplo muy sencillo, porque es el que mejor conozco, es el del PP. En el PP hay unos principios básicos que comparten todos sus votantes, pero muchos otros que responden a cada una de las familias políticas que lo componen. Para mí es importante ver cómo una medida neocon o democristiana, por ejemplo, que choque frontalmente con una liberal no es avalada por el voto de toda la bancada "popular", sino por el de aquellos adscritos a esa ideología concreta. Aplaudiría que esos liberales, por seguir con el ejemplo, votaran en blanco -por la disciplina de partido- o en contra. Sobre todo cuando el resultado no cambiase, cuando la medida saliera adelante por la mayoría neocon o democristiana, pero al menos daría una imagen de circo más democrático y representativo del sentir ciudadano.
Gracias por tu aportación Ramón.
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