jueves, 9 de enero de 2014

El por qué de la disciplina de voto

En nuestro sistema parlamentario existe libertad de voto, pero dado el tipo de sistema político y electoral que tenemos en España soy de la opinión que los parlamentarios deben ejercerlo excepcionalmente, por lo que entiendo la disciplina de voto de forma generalizada en los grupos parlamentarios. Para motivar esta opinión me baso el peso que tienen los partidos en la configuración de las listas electorales.


Es este mismo sistema político y electoral el que permite a los partidos políticos ostentar la representatividad de la voluntad ciudadana, al ser éstos los que tienen la máxima capacidad de configurar una lista electoral y no los integrantes de la misma.


En España los partidos políticos se financian casi en su totalidad con recursos públicos y son los instrumentos en los que concurren la formación y manifestación de la voluntad popular tal como señala la Constitución. 

Tal circunstancia les dota de legitimidad, autonomía y capacidad sobre la configuración de listas electorales. Es el partido el que costea la campaña electoral con estos recursos y no los candidatos con los suyos propios. Es el partido el que mayoritariamente cuenta con el respaldo electoral a través del voto y no los candidatos de una lista, que en la mayoría de los casos son desconocidos por sus propios votantes.


Desde este punto de partida, por mucho que un parlamentario español quiera ejercer autónomamente su libertad de voto, ha de tener en cuenta que en la gran mayoría de los casos es su partido y no su persona la que ha recibido los sufragios suficientes para que él ostente la condición de parlamentario.


Nada tiene que ver con otros sistemas como algunos anglosajones. El modelo presidencialista permite una elección de los representantes populares en las cámaras legislativas muy alejada al control de los partidos políticos. En Estados Unidos por ejemplo, son los candidatos quienes se financian mayoritariamente su propia campaña con sus propios recursos. 

Es por esto que necesariamente, los candidatos encuentren en esta circunstancia una mayor representatividad individual no solo con sus electores, sino particularmente con aquellos que han colaborado en la financiación de su campaña: donantes individuales, colectivos sociales, grupos de interés, lobbies empresariales, etc. 


En estos sistemas los partidos son un mero vehículo para poder conducir la campaña. En los sistemas parlamentarios europeos como el español los partidos son los depositarios de la confianza de los votantes, no los candidatos. De ahí que solo excepcionalmente y siempre que antes se haya producido un debate interno en el seno del Grupo Parlamentario sin ser posible consensuar una posición común, entiendo la discrepancia personal en el voto sobre cuestiones que contradigan principios y valores intrínsecos al parlamentario.


Con esta reflexión no pretendo juzgar nuestro modelo sino razonar la disciplina de voto existente en nuestro sistema parlamentario.

2 comentarios:

  1. Es una reflexión muy interesante y me parece que bastante acertada. La disciplina de voto, personalmente, me repugna bastante, sobre todo en el caso de los senadores a los que, más o menos, elegimos los ciudadanos. Pero tal y como está montado el sistema de partidos en España es cierto que quien asume riesgos y cargas financieras y a quien a la postre se vota es al partido. Pero sí creo necesario que exista un margen para que el político electo ejerza su voto sin represalias cuando éste vaya contra la idea impuesta por el partido. Entre otras cosas porque los principales partidos no son homogéneos, algunos menos que otros.
    Un ejemplo muy sencillo, porque es el que mejor conozco, es el del PP. En el PP hay unos principios básicos que comparten todos sus votantes, pero muchos otros que responden a cada una de las familias políticas que lo componen. Para mí es importante ver cómo una medida neocon o democristiana, por ejemplo, que choque frontalmente con una liberal no es avalada por el voto de toda la bancada "popular", sino por el de aquellos adscritos a esa ideología concreta. Aplaudiría que esos liberales, por seguir con el ejemplo, votaran en blanco -por la disciplina de partido- o en contra. Sobre todo cuando el resultado no cambiase, cuando la medida saliera adelante por la mayoría neocon o democristiana, pero al menos daría una imagen de circo más democrático y representativo del sentir ciudadano.

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