El 4 de octubre, tres días después del Comité Federal más aciago que
haya celebrado nunca el Partido Socialista, publiqué un artículo en este
diario de título “Recuperar el PSOE”. De las dos opciones entre las que
este mismo órgano tendría que decantarse un par de semanas después a
saber, mantener la resolución del 28 de diciembre de 2015 y apostar por
unas terceras elecciones en menos de un año, o aprobar una nueva
resolución y abstenerse ante una nueva investidura de Mariano Rajoy,
taché ésta última como la más posibilista.
En primer lugar porque era obvio pensar que después de que el máximo
órgano entre congresos concluyera con la dimisión del Secretario
General, la posición que este defendía (“no es no”), no iba a encontrar
el mismo respaldo ni en la Comisión Gestora, ni en el propio Comité
Federal. En segundo lugar porque la opción de convocar un Congreso
exprés se acababa de descartar por el Comité Federal, dificultando al
extremo abordar la elección de un nuevo Secretario General antes de que
se resolviera la gobernabilidad del país. En tercer lugar porque la
dimisión forzada de Sánchez había dejado a la organización sin liderazgo
ni dirección, sin candidato y con el partido sangrando, abierto en
canal a mes y medio de una nueva campaña electoral. Y en cuarto y último
lugar porque de acudir a unas terceras elecciones en estas
circunstancias era muy probable que el resultado en la urnas concedería
al Partido Popular una mayoría amplia, tal vez absoluta, con el riesgo
de dejar al PSOE como tercera fuerza política con un Grupo Parlamentario
muy mermado.
Durante las semanas siguientes, lejos de abordarse la preparación del
Comité Federal del 23 de octubre desde la máxima sensibilidad y
pedagogía posibles con la firme voluntad de evitar una mayor fractura,
explicando los motivos por los cuales la abstención era de entre las dos
opciones la menos mala, prácticamente ninguno de los que abogaban desde
hacía meses por ella y que provocaron la caída de Sánchez al frente del
partido, tuvieron el coraje de hablar claro a los militantes. Era
sorprendente que ninguno de ellos se atreviera a pronunciar la palabra
“abstención”, siempre recurriendo a referencias veladas hasta apenas
unos días antes del nuevo Comité.
En mi artículo del día 4 abogaba porque el Comité Federal pulsara la
opinión de los militantes a través de la convocatoria de Asambleas en
todos las Agrupaciones donde pudieran debatirse los pros y los contras
de ambas opciones y reflejar formalmente el sentir mayoritario en cada
una de ellas. Esta fórmula, de haberse impulsado por la Comisión
Gestora, hubiera proporcionado un canal legítimo para trasladar las
voluntades de los militantes, respetando siempre la capacidad última del
Comité Federal de decidir, ya que es el órgano competente para ello.
Suponía también una alternativa con mucho mayor encaje estatutario que
una consulta directa a los militantes o una recogida de firmas impulsada
desde determinadas Agrupaciones. Pero la Comisión Gestora no lo
consideró en ningún momento y derivó todo el debate al seno del Comité
Federal.
¿Y qué hubo de la posibilidad de limitar la abstención del número
imprescindible de diputados para garantizar la investidura de Rajoy? No
fueron pocas las Ejecutivas Municipales que como la de Burgos,
defendieron la “Abstención técnica” con anterioridad al Comité Federal
del 23 de octubre, trasladando formalmente esta petición por escrito a
la Comisión Gestora y al propio Comité. El que no se acordara en la
resolución aprobada finalmente fue una enorme decepción para muchos de
nosotros, pero no por ello algunos perdimos la esperanza de que hubiera
una interpretación flexible del mandato antes de obligar a todo el Grupo
Parlamentario a abstenerse provocando mayor tensión, mayor
confrontación y sobre todo, una división del propio Grupo en la votación
de la investidura. Cabía pensar que al menos 11 de los diputados, en
varios casos miembros del Comité Federal que habían votado por la
abstención, no tendrían mayor dificultad de hacer lo mismo en el
Congreso. Una vez más la inflexibilidad de la Comisión Gestora fue
absoluta y como no podía ser de otro modo, la gran mayoría de los
diputados socialistas se abstuvieron y Rajoy fue investido presidente en
segunda votación.
En este tiempo la opción más posibilista se acabó concretando, pero
lejos de irse corrigiendo las diferencias, un mes después existe una
fractura aún mayor en el seno del partido, con un frentismo desconocido
hasta este momento, visceral, en el que compañeros no dudan de calificar
de traidores a aquellos que no piensan como ellos. Lejos de trasladarse
una verdadera voluntad de entendimiento y consenso entre las diferentes
partes del conflicto, todo indica que esta situación, de no corregirse
ciertas actitudes de los principales exponentes de una u otra posición,
está abocada a empeorar en los próximos meses.
Por un lado tenemos a Sánchez, que decidió dimitir de diputado,
permitiéndole evitar así negar el mandato del Comité Federal, lo cual me
pareció una decisión honesta. También anunció que tenía la intención de
presentarse a la Secretaría General en el próximo Congreso empezando
desde ya a recorrer las Agrupaciones en su campaña. Una decisión
legítima, pero que en estos momentos considero precipitada. Las
distintas candidaturas que pudieran presentarse deben esperar a que se
establezca el calendario congresual, lo cual debiera abordarse lo antes
posible. Sánchez también ha hablado de aproximarse a Podemos y de
aceptar un Estado plurinacional. Son dos cuestiones políticas de tal
transcendencia que deben ser objeto del debate político y estratégico en
el próximo Congreso, no a través de los medios de comunicación.
Por esto mismo, encontrándose la organización en tiempo de descuento y
ante la necesidad de abordar decisiones políticas de primer orden que
deben aclarar hacia donde tiene que ir el PSOE en los próximos años,
existen motivos suficientes para considerar que el carácter del Congreso
debiera ser ordinario y no extraordinario. Ya está resuelta la
gobernabilidad y es el momento de que la Comisión Gestora convoque un
nuevo Comité Federal que apruebe el calendario congresual. El partido no
puede estar divagando sin dirección ni liderazgo indefinidamente,
dejando la iniciativa a una Comisión Gestora que debiera limitarse a sus
funciones y toda la responsabilidad a la dirección del grupo
parlamentario.
Por otro lado tenemos aquellos que se sienten culpables de la
situación del partido y pretenden evitar que el Congreso se celebre en
los próximos meses, dado que de presentarse alguno/a de ellos/as,
tendrían a priori pocas opciones de contar con el favor de la
militancia. Si la convocatoria de un Congreso exprés por parte de
Sánchez la tacharon de tactismo y pura estrategia personal del ex
secretario general, el retrasarlo ahora no merece otra calificación. La
actitud demostrada hasta ahora por la Gestora no invita al optimismo. Si
no hay flexibilidad en las posiciones frente a los que no piensan lo
mismo, no va a ser posible abordar con las suficientes garantías un
Congreso que el partido no puede permitirse el lujo de cerrar en falso.
La elección directa de la Secretaría General con el voto directo de
los militantes no debería estar en cuestión. Personalmente creo el que
problema no radica tanto en la legitimidad que le confiere una elección
directa a un Secretario General en comparación con la legitimidad de los
órganos colegiados formados por representantes elegidos
democráticamente, sino en revisar los canales de control necesarios para
evitar tanto la manipulación de la representatividad que proporciona la
elección directa, como la interpretación que estos órganos colegiados
pudieran hacer en favor de estrategias partidarias. En cualquier caso,
solo el Congreso podría considerar revisarla.
La opinión personal de un Secretario Municipal no es ni mejor ni peor
que la de cualquier militante, ni que la de cualquier otro dirigente o
ex dirigente del partido. Pero todas ellas deben tenerse en
consideración. La mía particularmente solo tiene el propósito de
contribuir a ir corrigiendo la fractura, abogando por el consenso entre
los diferentes actores del conflicto para que se tomen las mejores
decisiones posibles. Estamos en el momento más crítico del partido
desde la transición. Espero que estemos a la altura. Espero que entre
todos acertemos.
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